Ha llegado usted casi tan de prisa como nosotros —me dijo Prudence.
—Sí —respondí maquinalmente—. ¿Dónde está Marguerite?
—En su casa.
—¿Sola?
—Con el señor de G…
Me paseaba a grandes pasos por el salón.
—Pero bueno, ¿qué le pasa?
—¿Cree usted que me parece divertido esperar aquí a que el señor de G… salga de casa de Marguerite?