La Dama de las Camelias

Capítulo III

El 16, a la una, me dirigí hacia la calle de Antin.

Desde la puerta de la cochera se oía gritar a los subastadores.

El piso estaba lleno de curiosos.

Se hallaban allí todas las celebridades del vicio elegante, examinadas con disimulo por algunas damas de la alta sociedad, que habían tomado una vez más la subasta como pretexto para poder ver de cerca a esas mujeres con las que nunca hubieran tenido ocasión de encontrarse y cuyos fáciles placeres tal vez envidiaban en secreto.








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