La interpretación de los sueños

Una vez familiarizados con el extensísimo empleo del simbolismo para la representación del material sexual en el sueño, surge en nosotros la interrogación de si muchos de tales símbolos no poseerán siempre, como ciertos signos de la taquigrafía, una significación fija, y nos sentimos tentados de componer una nueva «clave de los sueños». Pero hemos de observar que este simbolismo no pertenece exclusivamente al sueño, sino que es característico del representar inconsciente, en especial del popular, y se nos muestra en el folklore, los mitos, las fábulas, los modismos, los proverbios y los chistes corrientes de un pueblo, mucho más amplia y completamente aún que en el sueño. Así, pues, para dedicar al símbolo toda la atención que su importancia merece y discutir los numerosos problemas inherentes a su concepto, problemas no resueltos aún en su mayor parte, habríamos de traspasar considerablemente el tema de la interpretación onírica. Por tanto, nos limitaremos a indicar que si bien la representación simbólica es, desde luego, una representación indirecta, hay múltiples indicios que nos advierten de la conveniencia de no incluirla entre las demás representaciones de este género sin una previa diferenciación basada en la clara inteligencia de aquello que se nos insinúa como peculiarísimo a ella. En toda una serie de casos descubrimos a primera vista la comunidad existente entre el símbolo y el elemento por él representado. Otros, en cambio, mantienen oculta tal comunidad, y entonces nos resulta enigmática la elección del símbolo. Pero precisamente éstos son los que han de esclarecer el último sentido de la relación simbólica, pues indican que la misma es de naturaleza genesíaca. Aquello que en la actualidad se nos muestra enlazado por una relación simbólica se hallaba probablemente unido en épocas primitivas por una identidad de concepto y de expresión verbal. La relación simbólica parece ser un resto y un signo de antigua identidad. Puede asimismo observarse que la comunidad de símbolos traspasa en muchos casos la comunidad del idioma, como ya lo afirmó Schubert en 1814. Algunos símbolos son tan antiguos como el idioma; otros, en cambio, son de creación actual (por ejemplo, el dirigible, el zepelín).

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