Yerma

JUAN. No soy yo quien lo pone; lo pones tú con tu conducta y el pueblo lo empieza a decir. Lo empieza a decir claramente. Cuando llego a un corro, todos callan; cuando voy a pesar la harina, todos callan; y hasta de noche en el campo, cuando despierto, me parece que también se callan las ramas de los arboles.

YERMA. Yo no sé por qué empiezan los malos aires que revuelcan al trigo y ¡mira tú si el trigo es bueno!

JUAN. Ni yo sé lo que busca una mujer a todas horas fuera de su tejado.

YERMA. (En un arranque y abrazándose a su Marido.) Te busco a ti. Te busco a ti. Es a ti a quien busco día y noche sin encontrar sombra donde respirar. Es tu sangre y tu amparo lo que deseo.

JUAN. Apártate.

YERMA. No me apartes y quiere conmigo.

JUAN ¡Quita!

YERMA. Mira que me quedo sola. Como si la luna se buscara ella misma por el cielo.

¡Mírame! (Lo mira.)

JUAN. (La mira y la aparta bruscamente.) ¡Déjame ya de una vez!

DOLORES. ¡Juan! (Yerma cae al suelo)

YERMA. (Alto.) Cuando salía por mis claveles me tropecé con el muro. ¡Ay! ¡Ay! Es en ese muro donde tengo que estrellar mi cabeza.

JUAN. Calla. Vamos.

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