La letra escarlata
La letra escarlata LA elocuente voz que habÃa arrebatado el alma de los oyentes, haciéndoles agitarse como si se hallaran mecidos por las olas de turbulento océano, cesó al fin de resonar. Hubo un momento de silencio, profundo como el que tendrÃa que reinar después de las palabras de un oráculo. Luego hubo un murmullo, seguido de una especie de ruido tumultuoso: se dirÃa que los circunstantes, viéndose ya libres de la influencia del encanto mágico que los habÃa transportado á las esferas en que se cernÃa el espÃritu del orador, estaban volviendo de nuevo en sà mismos, aunque todavÃa llenos de la admiración y respeto que aquel les infundiera. Un momento después, la multitud empezó á salir por las puertas de la iglesia; y como ahora todo habÃa concluÃdo, necesitaban respirar una atmósfera más propia para la vida terrestre á que habÃan descendido, que aquella á que el predicador los elevó con sus palabras de fuego.
