El gaucho Martín Fierro

Ni siquiera se le encoge;

luego sus tripas recoge,

Y se agacha a disparar.

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Hacían el robo a su gusto

Y después se iban de arriba;

Se llevaban las cautivas,

Y nos contaban que a veces

Les descarnaban los pieces,

A las pobrecitas, vivas.

87

!Ah! !si partía el corazón

Ver tantos males, canejo!

Los perseguíamos de lejos

Sin poder ni galopiar;

!Y qué habíamos de alcanzar

En unos vichocos viejos!

88

Nos volvíamos al cantón

A las dos o tres jornadas,

Sembrando las caballadas;

Y pa que alguno la venda,

Rejuntábamos la hacienda

Que habían dejao rezagada.

89

Una vez entre otras muchas,

Tanto salir al botón,

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