Los Miserables - Parte 3

Capítulo 2 Una rosa en la miseria

Ante él se encontraba una muchacha flaca, descolorida, descarnada; no tenía más que una mala camisa y un vestido sobre su helada y temblorosa desnudez; las manos rojas, la boca entreabierta y desfigurada, con algunos dientes de menos, los ojos sin brillo de mirada insolente, las formas abortadas de una joven, y la mirada de una vieja corrompida; cincuenta años mezclados con quince. Uno de esos seres que son a la vez débiles y horribles, y que hacen estremecer a aquellos a quienes no hacen llorar. Un resto de belleza moría en aquel rostro de dieciséis años.

Aquella cara no era absolutamente desconocida a Marius. Creía recordar haberla visto en alguna parte.

- ¿Qué queréis, señorita? -preguntó.

La joven contestó con su voz de presidiario borracho:

- Traigo una carta para vos, señor Marius.

Llamaba a Marius por su nombre, no podía dudar que era a él a quien se dirigía; pero, ¿quién era aquella muchacha? ¿Cómo sabía su nombre?

Le entregó una carta. Marius, al abrirla, observó que el lacre del sello estaba aún húmedo. El mensaje, pues, no podía venir de muy lejos. Leyó:

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