Los Miserables - Parte 3

Capítulo 4 Aventuras de la letra U

El aislamiento, el desapego de todo, el orgullo, la independencia, el amor a la naturaleza, la falta de actividad cotidiana y material, la vida retraída, las luchas secretas de la castidad, y el éxtasis ante la creación entera, habían preparado a Marius a esta posesión que se llama la pasión. El culto que tributaba a su padre había llegado poco a poco a ser una religión, y como toda religión, se había retirado al fondo de su alma.

Faltaba algo en primer plano, y vino el amor.

Un largo mes pasó, durante el cual Marius fue todos los días al Luxemburgo. Llegada la hora, nada podía detenerlo.

- Está de servicio -decía Courfeyrac.

Marius vivía en éxtasis. Se había envalentonado finalmente y ya se acercaba al banco, pero no pasaba delante de él. Juzgaba prudente no llamar la atención del padre. A veces, durante horas se quedaba inmóvil apoyado en el pedestal de alguna estatua simulando leer y sus ojos iban en busca de la jovencita. Entonces ella, volvía con una vaga sonrisa su adorable perfil hacia él. Y conversando naturalmente con el hombre de cabellos blancos, posaba un segundo en Marius una mirada virginal y apasionada.

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