El aislamiento, el desapego de todo, el orgullo, la independencia, el amor a la naturaleza, la falta de actividad cotidiana y material, la vida retraÃda, las luchas secretas de la castidad, y el éxtasis ante la creación entera, habÃan preparado a Marius a esta posesión que se llama la pasión. El culto que tributaba a su padre habÃa llegado poco a poco a ser una religión, y como toda religión, se habÃa retirado al fondo de su alma.
Faltaba algo en primer plano, y vino el amor.
Un largo mes pasó, durante el cual Marius fue todos los dÃas al Luxemburgo. Llegada la hora, nada podÃa detenerlo.
- Está de servicio -decÃa Courfeyrac.
Marius vivÃa en éxtasis. Se habÃa envalentonado finalmente y ya se acercaba al banco, pero no pasaba delante de él. Juzgaba prudente no llamar la atención del padre. A veces, durante horas se quedaba inmóvil apoyado en el pedestal de alguna estatua simulando leer y sus ojos iban en busca de la jovencita. Entonces ella, volvÃa con una vaga sonrisa su adorable perfil hacia él. Y conversando naturalmente con el hombre de cabellos blancos, posaba un segundo en Marius una mirada virginal y apasionada.