Los Miserables - Parte 1

No, teniendo amor no se pierde la luz. No hay ceguera donde hay amor. Se siente uno acariciado con el alma. Nada ve, pero se sabe adorado. Está en un paraíso de tinieblas.

Desde aquel paraíso había pasado monseñor Bienvenido al otro.

El anuncio de su muerte fue reproducido por el periódico local de M. y el señor Magdalena se vistió a la mañana siguiente todo de negro y con crespón en el sombrero.

Esto llamó mucho la atención de las gentes. Creían ver una luz en el misterioso origen del señor Magdalena.

Una tarde, una de las damas más distinguidas del pueblo le preguntó:

- ¿Sois sin duda un pariente del señor obispo de D.?

- No, señora.

- Pero, estáis de luto.

- Es que en mi juventud fui lacayo de su familia -respondió él.

También se comentaba que cada vez que pasaba por la aldea algún niño saboyano de esos que recorren los pueblos buscando chimeneas que limpiar, el señor alcalde le preguntaba su nombre y le daba dinero. Los saboyanitos se pasaban el dato unos a otros, y nunca dejaban de venir.

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