Eran cerca de las ocho de la noche cuando el carruaje, después de un accidentado viaje, entró por la puerta cochera de la hostería de Arras.
El señor Magdalena descendió y entró al despacho de la posadera. Presentó su pasaporte y le preguntó si podría volver esa misma noche a M. en alguno de los coches de posta. Había precisamente un asiento desocupado y lo tomó.
- Señor -dijo la posadera-, debéis estar aquí a la una de la mañana en punto.
Salió de la posada y caminó unos pasos. Preguntó a un hombre en la calle dónde estaban los Tribunales.
- Si es una causa que queréis ver, ya es tarde porque suelen concluir a las seis -dijo el hombre al indicarle la dirección.
Pero cuando llegó estaban las ventanas iluminadas. Entró.
- ¿Hay medio de entrar a la sala de audiencia? -preguntó al portero.
- No se abrirá la puerta -fue la respuesta.
- ¿Por qué?
- Porque está llena la sala.
- ¿No hay un solo sitio?