Jean Valjean, desde ahora lo llamaremos así, se levantó y dijo a Fantina con voz tranquila y suave:
- No temáis, no viene por vos.
Y después dirigiéndose a Javert, le dijo:
- Ya sé lo que queréis.
- ¡Vamos, pronto! -respondió Javert.
Entonces Fantina vio una cosa extraordinaria. Vio que Javert, el soplón, cogía por el cuello al señor alcalde, y vio al señor alcalde bajar la cabeza. Creyó que el mundo se derrumbaba.
- ¡Señor alcalde! -gritó.
Javert se echó a reír con esa risa suya que mostraba todos los dientes.
- No hay ya aquí ningún señor alcalde -dijo.
Jean Valjean, sin tratar de deshacerse de la mano que lo sujetaba, murmuró:
- Javert…
- Llámame señor inspector.
- Señor inspector -continuó Jean Valjean-, quiero deciros una palabra a solas.
- Habla alto. A mí se me habla alto.
Jean Valjean bajó más la voz.
- Tengo que pediros un favor…
- Te digo que hables alto.