- Y luego, cuando un rayo de sol penetra en el edificio, el jardín es muy pequeño para los convalecientes.
- También me lo había figurado.
- En tiempo de epidemia, este año hemos tenido el tifus, se juntan tantos enfermos; más de ciento, que no sabemos qué hacer.
- Ya se me había ocurrido esa idea.
- ¡Qué queréis, monseñor! -dijo el director-: es menester resignarse.
Esta conversación se mantenía en el comedor del piso bajo.
El obispo calló un momento; luego, volviéndose súbitamente hacia el director del hospital, preguntó:
- ¿Cuántas camas creéis que podrán caber en esta sala?
- ¿En el comedor de Su Ilustrísima? -exclamó el director estupefacto.
El obispo recorría la sala con la vista, y parecía que sus ojos tomaban medidas y hacían cálculos.