María

Capítulo 55

 

Durante un año tuve dos veces cada mes cartas de María. Las últimas estaban llenas de melancolía tan profunda, que comparadas con ellas, las primeras que recibí parecían escritas en nuestros días de felicidad.

En vano había tratado de reanimarla diciéndole que esa tristeza destruiría su salud, por más que hasta entonces hubiese sido tan buena como me lo decía; en vano. «Yo sé que no puede faltar mucho para que yo te vea —me había contestado—; desde ese día ya no podré estar triste; estaré siempre a tu lado… No, no; nadie podrá volver a separarnos».

La carta que contenía esas palabras fue la única de ella que recibí en dos meses.

En los últimos días de junio, una tarde se me presentó el señor A… , que acababa de llegar de París y a quien no había visto desde el pasado invierno.

—Le traigo a usted cartas de su casa —me dijo después de habernos abrazado.

—¿De tres correos?

—De uno solo. Debemos hablar algunas palabras antes —me observó reteniendo el paquete.

Noté en su semblante algo siniestro que me turbó.

eXTReMe Tracker