El Fantasma de la Ópera

No es preciso señalar aquí hasta qué punto este asunto apasionó a la capital. ¡Aquella artista raptada, el conde de Chagny muerto en condiciones tan excepcionales, su hermano desaparecido y el triple sueño de los encargados de la iluminación de la ópera!… ¡Qué dramas! ¡Qué pasiones! ¡Qué crímenes se habían desarrollado en torno al idilio de Raoul y de la dulce y encantadora Christine!… ¿Qué había sido de la sublime y misteriosa cantante de la que la tierra no debía volver a oír hablar jamás?… La imaginaron la víctima de la rivalidad entre los dos hermanos, y nadie imaginó lo que había pasado, nadie comprendió que, puesto que Raoul y Christine habían desaparecido juntos, los dos prometidos se habían retirado lejos del mundo para disfrutar de una felicidad que no hubieran querido hacer pública después de la extraña muerte sufrida por el conde Philippe… Un día habían tomado un tren en la estación del Norte del Mundo… También yo, quizás un día, tomaré el tren en esa estación e iré a buscar alrededor de tus lagos, ¡oh Noruega!, ¡oh silenciosa Escandinavia!, ¡las huellas puede que frescas aún de Raoul y de Christine, y también las de la señora Valérius, que desapareció igualmente por aquella misma época!… Puede que un día oiga con mis propios oídos al Eco solitario del Norte del Mundo repetir el canto de aquella que conoció al Ángel de la música.

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