El Príncipe

En nuestros tiempos no se ha visto que hayan favorecido a ningún príncipe, salvo a la condesa de Forli, después de la muerte del conde Jerónimo, su marido; porque gracias a ellas pudo escapar al furor popular, esperar el socorro de Milán y recuperar el Estado. Pero entonces las circunstancias eran tales que los extranjeros no podían auxiliar al pueblo. Y después su fortaleza de nada le sirvió, cuando César Borgia la asaltó y el pueblo se plegó a él por odio a la condesa. Por lo tanto, mucho más seguro le hubiera sido, entonces y siempre, no ser odiada por el pueblo que tener fortalezas.

Consideradas, pues, estas cosas, elogiaré tanto a quien construya fortalezas como a quien no las construya, pero censuraré a todo el que, confiando en las fortalezas, tenga en poco el ser odiado por el pueblo.







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