El Príncipe

Pero Alejandro murió cinco años después de que el hijo empezara a desenvainar la espada. Lo dejaban con tan sólo un Estado afianzado: el de Romaña, y con todos los demás en el aire, entre dos poderosos ejércitos enemigos, y enfermo de muerte. Pero había en el duque tanto vigor de alma y de cuerpo, tan bien sabía cómo se gana y se pierde a los hombres, y los cimientos que echara en tan poco tiempo eran tan sólidos, que, a no haber tenido dos ejércitos que lo rodeaban, o simplemente a haber estado sano, se hubiese sostenido contra todas las dificultades. Y si los cimientos de su poder eran seguros o no, se vio en seguida, pues la Romaña lo esperó más de un mes: y, aunque estaba medio muerto, nada se intentó contra él, a pesar de que los Baglioni, los Vitelli y los Orsini habían ido allí con ese propósito; y si no hizo papa a quien quería, obtuvo por lo menos que no lo fuera quien él no quería que lo fuese. Pero todo le hubiese sido fácil a no haber estado enfermo a la muerte de Alejandro. El mismo me dijo, el día en que elegido Julio II, que había previsto todo lo que podía suceder a la muerte de su padre, y para todo preparado remedio; pero que nunca había pensado que en semejante circunstancia él mismo podía hallarse moribundo.



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