El Príncipe

Estos principados peligran, por lo general, cuando quieren pasar de principado civil a principado absoluto; pues estos príncipes gobiernan por sí mismos o por intermedio de magistrados. En el último caso, su permanencia es más insegura y peligrosa, porque depende de la voluntad de los ciudadanos que ocupan el cargo de magistrados, los cuales, y sobre todo en, épocas adversas, pueden arrebatarle muy fácilmente el poder, ya dejando de obedecerle, ya sublevando al pueblo contra ellos. Y el príncipe, rodeado de peligros, no tiene tiempo para asumir la autoridad absoluta, ya que los ciudadanos y los súbditos, acostumbrados a recibir órdenes nada más que de los magistrados, no están en semejantes trances dispuestos a obedecer las suyas. Y no encontrará nunca, en los tiempos dudosos, gentes en quien poder confiar, puesto que tales príncipes no pueden tomar como ejemplo lo que sucede en tiempos normales, cuando los ciudadanos tienen necesidad del Estado, y corren y prometen y quieren morir por él, porque la muerte está lejana; pero en los tiempos adversos, cuando el Estado tiene necesidad de los ciudadanos, hay pocos que quieran acudir en su ayuda. Y esta experiencia es tanto más peligrosa cuanto que no puede intentarse sino una vez. Por ello, un príncipe hábil debe hallar una manera por la cual sus ciudadanos siempre y en toda ocasión tengan necesidad del Estado y de él. Y así le serán siempre fieles.

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