Los lazos que los unen se tensan al máximo, y mientras el reloj avanza, la certeza de que la transformación es inevitable crece con fuerza. El verano es solo el prólogo de un viaje que los cambiará para siempre.
Las capas de la historia familiar comienzan a descender, revelando secretos guardados y heridas aún abiertas. Penélope y Briseida sienten el peso de lo no dicho, el silencio que rodea ciertas palabras y miradas entre sus padres, que ocultan recuerdos dolorosos de un pasado que se niega a morir.
Gabriel y Rhoda, más allá de la superficie feliz de las vacaciones, llevan cicatrices que marcan sus decisiones y relaciones con sus hijas. La tragedia que marcó la llegada de Briseida, con aquella cesárea de urgencia y la lucha por su vida, se convierte en una metáfora constante de la fragilidad que se oculta tras la fortaleza aparente.
Las tensiones intergeneracionales y culturales se manifiestan en pequeños detalles: el carácter griego de Rhoda, las tradiciones familiares que a veces chocan con la modernidad y las expectativas de sus hijas. Las historias de amor, sacrificio y lucha de generaciones anteriores se entrelazan con las preocupaciones presentes, creando un tapiz complejo de identidad y pertenencia.