El paraíso perdido

Satán ahora, a la vista del Edén y cerca del lugar en que debe acometer la audaz hazaña que emprendió en solitario contra Dios y el hombre, cae en muchas dudas acerca de sí mismo y presa de pasiones, miedo, envidia y desesperación; pero, finalmente, se reafirma en su maldad, viaja al Paraíso, cuyo panorama y situación exteriores se describen a continuación, salta la cerca y se sienta en forma de cormorán sobre el Árbol de la Vida, que es el más alto del Jardín y el que mejor perspectiva le ofrece. El Jardín, descrito. La primera vez que Satán ve a Adán y Eva. Su asombro ante la excelente figura y feliz estado de aquéllos, pero su determinación a provocarles la caída. Oye su conversación, por la que se entera de que tienen prohibido comer del Árbol de la Ciencia bajo pena de muerte e intenta fundar en ello su tentación, seduciéndolos a transgredir: después se aleja de ellos por un rato a fin de averiguar más sobre su estado por otros medios. Mientras, Uriel desciende en un rayo de Sol y advierte a Gabriel, que guarda la Puerta del Paraíso, de que un Espíritu maligno se ha escapado de las profundidades y ha pasado al mediodía por su esfera en forma de Ángel bueno de camino al Paraíso, siendo descubierto más tarde por sus gestos furibundos en el Monte. Gabriel promete hallarlo antes del amanecer. Con la llegada de la noche, Adán y Eva hablan sobre retirarse a reposar: se describe su refugio, su culto vespertino. Gabriel, al llamar a sus guardias nocturnos para la ronda del Paraíso, destina dos Ángeles fuertes al refugio de Adán, no sea que el Espíritu maligno haga daño a Adán o Eva mientras duermen. Allí lo encuentran, junto al oído de Eva, tentándola en sueños, y lo llevan, aunque reluctante, a presencia de Gabriel. Éste lo interroga; Satán responde desdeñoso, se prepara a resistir pero, impedido por un signo del Cielo, parte volando del Paraíso.

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