Dejando este dardo clavado en el tormentoso pecho de Ana, Marilla descendió a la cocina, confusa la mente y apenado el corazón. Estaba tan enfadada con Ana como consigo misma, porque cada vez que recordaba la sorpresa que reflejaba el rostro de Rachel, su boca se crispaba divertida y sentía unos enormes y reprochables deseos de reír.
Ana pide perdón
Marilla nada dijo a Matthew del episodio de aquella tarde, pero como Ana no había dado su brazo a torcer, a la mañana siguiente debió dar una explicación de su ausencia en la mesa.
Relató todo a su hermano, teniendo cuidado de destacar la enormidad de la conducta de la niña.
- Ha estado bien que alguna vez le contestaran a Rachel Lynde; es una vieja chismosa y entrometida – fue la consoladora respuesta de Matthew.
- Matthew Cuthbert, me sorprendes. ¡Sabes muy bien que el comportamiento de Ana ha sido horrible y sin embargo te pones de su parte! Supongo que tu próxima opinión será que no debemos castigarla.