Ana de las Tejas Verdes

- Matthew Cuthbert, me sorprendes. Pienso que he sido muy blanda con ella. Y no parece comprender cuán mala ha sido; eso es lo que más me preocupa. Si lo sintiera en realidad, no sería tan malo. Y tú tampoco pareces darte cuenta; la estás excusando.

- Bueno, es que es una chiquilla tan pequeña – insistía Matthew –. Y debe haber tolerancia. Sabes que no ha tenido educación.

- Pues ahora la tiene.

Esta respuesta silenció a Matthew, aunque sin convencerlo. La comida fue lúgubre. Lo único alegre era Jerry Boute, el ayudante, y Marilla consideraba su alegría como un insulto personal.

Cuando tuvo los platos limpios, el pan amasado y las gallinas alimentadas, Marilla recordó haber visto un desgarrón en su chal de encaje negro al quitárselo el domingo por la tarde, cuando regresaba de la Sociedad de Ayuda. Decidió remendarlo.

El chal estaba en una caja, dentro del arcón. Al sacarlo, la luz, cruzando por entre los ramajes que cubrían su ventana, incidió sobre algo prendido en el chal; algo que chispeaba con tonos violáceos. Marilla lo cogió: ¡era el broche de amatista!.

eXTReMe Tracker