Ana de las Tejas Verdes

- ¡Ana, eres imposible! Pero yo estaba equivocada; ahora lo veo. Nunca debí haber dudado de tu palabra, pues sé que no mientes. Desde luego no estuvo bien de tu parte confesar algo que no habías hecho; hiciste muy mal. Pero yo te llevé a ello. De manera que si me perdonas, Ana, yo te perdonaré y empezaremos de nuevo. Y ahora, prepárate para la excursión.

Ana saltó como un cohete.

- Oh, Marilla, ¿no es demasiado tarde?.

- No son más que las dos. Apenas si habrán terminado de reunirse y todavía pasará una hora antes de que tomen el té. Lávate la cara, péinate y ponte el vestido. Te prepararé la cesta. Hay bastantes provisiones en casa. Jerry te llevará en el coche hasta el lugar.

- ¡Oh, Marilla – gritó Ana, volando al lavabo –, hace cinco minutos me sentía tan triste que deseaba no haber nacido y ahora no me cambiaría por un ángel!.

Aquella noche volvió a “Tejas Verdes” una Ana agotada y completamente feliz, en un estado de beatitud imposible de describir.

- Oh, Marilla, he pasado unos momentos perfectamente idílicos. Idílico es una nueva palabra que he aprendido hoy. Se la escuché a Mary Alice Bell. Es expresiva, ¿no?

eXTReMe Tracker