Ana de las Tejas Verdes

Todo ha sido hermoso. Tomamos un té espléndido y luego el señor Harmon Andrews nos llevó en bote por el Lago de las Aguas Refulgentes, de seis en seis. Jane Andrews estuvo a punto de caerse por la borda. Se inclinó a coger unas flores, y si el señor Andrews no la coge por el cinturón, hubiera caído, ahogándose probablemente. Me hubiera gustado ser yo. Hubiese sido una experiencia tan romántica estar a punto de ahogarse. Sería algo hermoso para contar. No tengo palabras para describir los sorbetes.

Marilla, le aseguro que fue sublime.

Aquella noche, Marilla contó todo el episodio a Matthew, mientras zurcía las medias.

- Estoy de acuerdo en que cometí un error – concluyó cándidamente –, pero he aprendido la lección. No puedo menos que reírme cuando recuerdo la “confesión” de Ana, aunque no debiera hacerlo, ya que se trata de una mentira. Pero peor hubiera sido lo contrario, y soy algo responsable de ello. Esa chiquilla es difícil de comprender en ciertos aspectos.

Pero creo que resultará buena. Y hay algo muy cierto: ninguna casa en la que esté será jamás triste.

CAPÍTULO QUINCE

Tormenta en el colegio

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