Ana de las Tejas Verdes

- No creo que seas una niña adecuada para ser amiga de Diana. Será mejor que vuelvas a casa y te portes bien.

Los labios de Ana temblaron.

- ¿No me dejará ver a Diana sólo una vez para despedirnos?.

- Diana ha ido a Carmody con su padre – dijo la señora Barry, entrando y cerrando la puerta.

Ana volvió a “Tejas Verdes” con una calma rayana en la desesperación.

- Mi última esperanza se ha esfumado – le dijo a Marilla –. Fui a ver a la señora Barry y ella me trató en forma insultante. No me parece que sea una dama educada. Ya no queda otra cosa que hacer aparte de rezar, aunque no tengo muchas esperanzas de que sirva de algo, porque no creo que el propio Dios pueda hacer mucho con una persona tan obstinada como la señora Barry.

- Ana, no debes decir esas cosas – respondió Marilla, tratando de vencer la impía tendencia a reír que, para su escándalo, se estaba apoderando últimamente de ella. Y, 66

por cierto, esa noche, al contarle todo a Matthew, se rió bastante de las tribulaciones de Ana.

Pero cuando se deslizó dentro de la buhardilla, antes de acostarse, y vio que Ana se había dormido rendida por el llanto, su cara se tiñó de ternura.

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