Ana de las Tejas Verdes

Matthew continuó con este interrogante mucho después de que las niñas se hubieran ido, cogidas del brazo, por la escarchada senda, y Ana se diera a sus libros. No podía recurrir a Marilla, quien, con toda seguridad, bufaría desdeñosamente y diría que la única diferencia entre Ana y las otras niñas era que ellas tenían siempre la lengua quieta y Ana no. Esto, pensaba Matthew, no serviría para mucho.

Para disgusto de Marilla, había recurrido a su pipa para que le ayudara a estudiar el asunto.

Después de dos horas de fumarla y de ardua reflexión, Matthew llegó a la solución de su problema. ¡Ana no estaba vestida como sus compañeras!.

Más pensaba Matthew en el asunto, más se convencía de que Ana nunca había estado vestida como las demás niñas, nunca desde que había llegado a “Tejas Verdes”. Marilla la vestía con ropas simples y oscuras, hechas todas con el mismo e invariable modelo. Si Matthew sabía que había algo llamado moda en el vestir, no podemos asegurarlo; pero estaba completamente seguro de que las mangas que usaba Ana no eran como las que usaban las otras niñas.

Recordaba al grupo de chiquillas que había visto aquella tarde junto a ella, todas con alegres ropas rojas, azules, rosadas y blancas, y se preguntaba por qué Marilla siempre la tenía vestida sencilla y sobriamente.

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