Ana de las Tejas Verdes

CAPÍTULO VEINTIOCHO

Una desgraciada doncella de los lirios

- Desde luego que tú debes ser Elaine, Ana – dijo Diana –. Yo nunca podría tener valor para flotar allí.

- Ni yo tampoco – añadió Ruby con un estremecimiento –. No me importa flotar cuando hay dos o tres de vosotras en el bote y nos podemos sentar; entonces me gusta. Pero yacer y fingir que uno está muerto, no; no podría. Me moriría de miedo.

- Desde luego que sería romántico – concedió Jane Andrews –. Pero yo sé que no podría quedarme quieta. Levantaría la cabeza para ver dónde estaba y si no me iba demasiado lejos. Y tú sabes, Ana, que eso echaría a perder el efecto.

- Pero es tan ridículo tener una Elaine pelirroja – se quejó Ana –. No tengo miedo de flotar y me gustaría ser Elaine, pero es ridículo. Ruby debería hacer de Elaine porque es rubia y tiene una cabellera dorada larga y hermosa; Elaine “tenía su brillante cabello flotando en la corriente”, ya sabes. Y era la doncella como un lirio. Ahora bien, una persona pelirroja no puede ser una doncella como un lirio.

- Tu tez es tan blanca como la de Ruby – dijo Diana ansiosamente – y tus cabellos mucho más oscuros que cuando te los cortaste.

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