Un rico industrial de Nueva Burnswick había muerto y legado parte de su fortuna para becas, que debían distribuirse entre las escuelas secundarias y las academias de las provincias costeras, de acuerdo a su respectiva importancia. Se dudó de si se le otorgaría una a la Academia de la Reina, pero el asunto se arregló al fin y, al terminar el año, el graduado que tuviera las mejores calificaciones en inglés y literatura inglesa ganaría la beca: doscientos cincuenta dólares por año durante cuatro años en el colegio de Redmond. ¡No era de extrañar que aquella noche fuera Ana a acostarse con las mejillas encendidas!.
- Ganaré la beca, si lo que hace falta es trabajar duro – resolvió –. ¿No se enorgullecerá Matthew si llego a graduarme en Filosofía y Letras? ¡Oh, es delicioso tener ambiciones!
¡Estoy tan contenta de tener tantas! Y nunca parecen llegar a su fin; eso es lo mejor.
Tan pronto se obtiene una, se ve otra brillando más alto. ¡Hacen que la vida sea tan interesante!.
El invierno en la Academia de la Reina
La nostalgia de Ana fue disipándose, en su mayor parte gracias a las visitas que hacía a