Ana de las Tejas Verdes

- Seguro que ganarás una de las dos cosas – dijo Jane, que no podía entender que el cuerpo de profesores pudiera ser tan poco leal para disponer otra cosa.

- No tengo esperanzas de ganar la beca – dijo Ana –. Todos dicen que Emily Clay la ganará. Y no voy a ir hasta el tablero a mirar antes que nadie. No tengo valor para ello.

Voy directamente a la sala de espera de las chicas. Tú debes leer los anuncios y venir a decírmelo, Jane. Y te imploro, en nombre de nuestra antigua amistad, que lo hagas con prontitud. Si he fracasado, dímelo, sin tratar de endulzar la noticia y, pase lo que pase, no te compadezcas de mí. Prométemelo, Jane.

Jane así lo hizo pero, tal como ocurrieron las cosas, no hubo necesidad de tal promesa.

Cuando llegaron al umbral de la Academia, encontraron el salón lleno de chicos que llevaban en andas a Gilbert Blythe y que gritaban a todo pulmón:

- ¡Viva Blythe, ganador de la medalla!.

Por un instante, Ana sintió la amargura de la derrota y la desilusión. ¡De manera que ella había fracasado y Gilbert había ganado! Bueno, lo sentía por Matthew, que estaba seguro de su triunfo.

De repente alguien gritó:

- ¡Tres hurras por la señorita Shirley, ganadora de la beca!.

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