Ana de las Tejas Verdes

Ama de casa notable, su trabajo estaba siempre hecho y bien; “dirigía” el Círculo de Costura, ayudaba en la Escuela Dominical y era el más fuerte puntal de la Sociedad de Ayuda de la Iglesia y de Auxilio a las Misiones en el Exterior. Y a pesar de todo eso, la señora Rachel hallaba tiempo abundante para sentarse horas enteras junto a la ventana de su cocina, tejiendo colchas de “algodón retorcido” – había tejido quince, como se sentían inclinadas a decir las amas de casa de Avonlea en voz reverente -, sin perder de vista el camino real que cruzaba el vallecito y subía la empinada colina roja. Debido a que Avonlea ocupaba una pequeña península triangular que entraba en el golfo de St. Lawrence, con agua a ambos lados, todo el que entraba o salía de allí debía tomar el camino de la colina y así pasar bajo el ojo atento de la señora Rachel.








eXTReMe Tracker