Ana de las Tejas Verdes

- ¿No es maravilloso? – dijo Ana despertando de un largo y ensimismado silencio –. Una vez, cuando vivía en Marysville, el señor Thomas alquiló un coche y nos llevó a todos a pasar el día en la playa, que quedaba a quince kilómetros de distancia. Aun teniendo que vigilar constantemente a los niños disfruté cada uno de los minutos de aquel día. Volví a vivir esos momentos en sueños durante muchos años. Pero esta playa es más hermosa que la de Marysville. ¿No son espléndidas esas gaviotas? ¿Le gustaría ser gaviota? Yo creo que a mí sí; eso es, si no pudiera ser un humano. ¿No cree que sería bonito despertarse con los rayos del sol y zambullirse dentro del agua y salir otra vez, y así durante todo el día? ¿Y luego, por la noche, volar de vuelta al nido? Puedo imaginarme haciéndolo. ¿Qué es esa casa grande que hay allí enfrente?.

- Es el hotel de White Sands. El dueño es el señor Kirke, pero la temporada no ha comenzado aún. Vienen montones de americanos a pasar el verano. Piensan que es la playa más adecuada.

- Temía que fuera la casa de la señora Spencer – dijo Ana tristemente –. No tengo ganas de llegar. Tengo la sensación de que será el fin de todo.

CAPÍTULO SEIS

Marilla toma una decisión

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