—Es hora de que Ana se ocupe de su costura —dijo Marilla echando una mirada al reloj para salir luego a enfrentarse con la dorada tarde de agosto donde todo parecĂa adormecido por el calor.
»Estuvo jugando con Diana más de media hora aún después de que la señora Barry llamara a ésta; y ahora está encaramada en el montón de leños charlando con Matthew, cuando sabe perfectamente que debe atender su trabajo. Y por supuesto, él la está escuchando como un perfecto papanatas. Nunca he visto un hombre más atontado. Cuanto más habla ella y cuantas más cosas raras dice, más encantado parece.
»¡Ana Shirley, ven inmediatamente!
Una serie de golpes sobre la ventana del oeste hizo que Ana se acercara a toda carrera, con los ojos radiantes, las mejillas tenuemente coloreadas y el cabello en brillante desorden.
—Oh, Marilla —exclamĂł sin aliento—, la semana que viene tendrá lugar la excursiĂłn de la Escuela Dominical. Será en el campo del señor Harmon Andrews, junto al Lago de las Aguas Refulgentes. Y la señora del director Bell y la señora Rachel Lynde van a hacer sorbetes, imagĂnese, Marilla, ¡sorbetes! Y, oh Marilla, Âżpuedo ir?
—Mira el reloj, Ana, por favor. ¿A qué hora te dije que regresaras?