El naufragio del Titán

CAPÍTULO X

En la primera planta de la Bolsa de Londres hay un gran apartamento sembrado de escritorios, alrededor y en medio de los cuales se agita una apurada y ruidosa multitud de agentes de bolsa, contables y mensajeros. Flanqueando este apartamento hay puertas y vestíbulos que conducen a las salas y oficinas adyacentes, y repartidos a lo largo de él hay tablones en los que se escriben diariamente por duplicado los desastres marítimos de todo el mundo. En uno de los extremos se alza una plataforma consagrada a la presencia de un importante oficial. En la jerga técnica de la City el apartamento se conoce como «La Sala» y el oficial es «El Llamador», cuyo cometido consiste en gritar con voz potente y cantarina los nombres de los miembros que son requeridos en la puerta, así como los detalles básicos de los informes antes de anotarlos en la pizarra.

Esta es la oficina central de Lloyd’s, la inmensa sociedad de aseguradores, agentes de bolsa y navieros que empezó con los clientes del café de Edward Lloyd a finales del siglo XVII y que, adoptando ese nombre comercial, se ha desarrollado hasta convertirse en una corporación tan bien equipada, tan espléndidamente organizada y tan poderosa que los reyes y ministros a veces recurren a ella para obtener noticias del extranjero.

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