El naufragio del Titán

CAPÍTULO XII

Se hizo un silencio momentáneo, mientras los dos capitanes se retaban con la mirada, que fue roto cuando el abogado dijo:

—Sea cierta o no esa historia, el caso es que no es relevante para la validez de la póliza. Si ocurrió tal como dice, fue después de aplicarse esta y antes del accidente del Titán.

—¡Perro el encubrimiento…, el encubrimiento…! —exclamó el Sr. Meyer, fuera de sí.

—Tampoco es relevante. Si ocultó algo, fue después del naufragio y de que se confirmara su responsabilidad. Ni siquiera fue baratería. Por consiguiente, debe usted pagar el seguro.

—¡No lo aceptaré, de ningún modo! ¡Nos verremos en los tribunales! —dijo el Sr. Meyer, pisando el suelo con fuerza por la excitación. De repente se detuvo, esbozó una sonrisa de triunfo y blandió el dedo ante la cara del abogado—. Incluso si el encubrimiento no invalida la póliza, el hecho de tener a un hombre ebrio en el puesto de vigía cuando el Titán chocó con el iceberg serrá suficiente. Adelante, demándeme. No pagaré. El capitán era copropietarrio.

—No tiene testigos que lo confirmen —dijo el abogado.

El Sr. Meyer miró a los presentes y la sonrisa se le borró del rostro.

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