Así habló Zaratustra

De la virtud que hace regalos

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Cuando Zaratustra se hubo despedido de la ciudad que su corazón amaba y cuyo nombre es: «La Vaca Multicolor» – le siguieron muchos que se llamaban sus discípulos y le hacían compañía[126]. Llegaron así a una encrucijada: allí Zaratustra les dijo que desde aquel momento quería marchar solo, pues era amigo de caminar en soledad. Y sus discípulos le entregaron como despedida un bastón en cuyo puño de oro se enroscaba en torno al sol una serpiente[127]. Zaratustra se alegró del bastón y se apoyó en él; luego habló así a sus discípulos.

Decidme: ¿cómo llegó el oro a ser el valor supremo? Porque es raro, e inútil, y resplandeciente, y suave en su brillo; siempre hace don de sí mismo.

Sólo en cuanto efigie de la virtud más alta llegó el oro a ser el valor supremo. Semejante al oro resplandece la mirada del que hace regalos. Brillo de oro sella paz entre luna y sol.

Rara es la virtud más alta, e inútil, y resplandeciente, y suave en su brillo: una virtud que hace regalos es la virtud más alta.

En verdad, yo os adivino, discípulos míos: vosotros aspiráis, como yo, a la virtud que hace regalos. ¿Qué tendríais vosotros en común con gatos y lobos?

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