Así habló Zaratustra

De la cordura respecto a los hombres

¡No la altura: la pendiente es lo horrible!

La pendiente, donde la mirada se precipita hacia ahajo y la mano se agarra hacia arriba. Aquí se apodera del corazón el vértigo de su doble voluntad.

Ay, amigos, ¿adivináis también la doble voluntad de mi corazón?

Esto, esto es mi pendiente y mi peligro, el que mi mirada se precipite hacia la altura y mi mano quiera sostenerse y apoyarse – ¡en la profundidad!

Al hombre se aferra mi voluntad, con cadenas me ato a mí mismo al hombre, pues me siento arrastrado hacia arriba, hacia el superhombre: hacia allí tiende mi otra voluntad[264].

Y para esto vivo ciego entre los hombres; como si no los conociese: para que mi mano no pierda del todo su fe en algo estable.

Yo no os conozco a vosotros, hombres: ésta es la tiniebla y éste es el consuelo que me han rodeado a menudo.

Estoy sentado junto a la puerta de la ciudad, expuesto a todos los bribones, y pregunto: ¿quién quiere engañarme?

Ésta es mi primera cordura respecto a los hombres, el dejarme engañar, a fin de no tener que mantenerme en guardia frente a los engañadores[265].

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