Así habló Zaratustra

De los apóstatas

1

Ay, ¿ya está marchito y gris todo lo que hace un momento estaba aún verde y multicolor en este prado? ¡Y cuánta miel de esperanza he extraído yo de ahí para llevarla a mis colmenas!

Todos estos corazones jóvenes se han vuelto ya viejos, – ¡y ni siquiera viejos!, sólo cansados, vulgares, cómodos: – dicen «hemos vuelto a hacernos piadosos»[324].

Hace todavía un momento los veía yo salir afuera a hora temprana para correr con pies valientes: pero sus pies del conocimiento se han cansado, ¡y ahora calumnian incluso su valentía matinal!

En verdad, algunos de ellos levantaron en otro tiempo las piernas como un bailarín, a ellos hízoles señas la risa que hay en mi sabiduría: – entonces se pusieron a reflexionar. Y acabo de verlos curvados – arrastrándose hacia la cruz[325].

En torno a la luz y a la libertad revoloteaban en otro tiempo como mosquitos y jóvenes poetas. Un poco más viejos, un poco más fríos: y ya son hombres oscuros, y refunfuñadores y trashogueros.

¿Se acobardó acaso su corazón porque la soledad, como una ballena, me tragó?[326] ¿Tal vez sus oídos, anhelosos, estuvieran esperándome en vano largo tiempo a mí y a mis toques de trompeta y a mis gritos de heraldo?

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