Los porqués de Pedro
Mientras Rafaela Seriñó pensaba en el que venÃa, este entretenÃa el tiempo que la contrariedad del retraso le obligaba a pasar en Irún, dándose uno de esos largos paseos a pie que son una pica en Flandes para las gentes sin educación fÃsica, y para las habituadas al ejercicio un juego. Dejando en la estación su equipaje, sacando del rollo de mantas un bastón, emprendió la caminata a campo traviesa, en dirección a RenterÃa, internándose, por instinto, en el territorio español. Contento de estirar las piernas, más contento aún de pisar tierra ibérica, andaba con ligereza de ave y se detenÃa frecuentemente, sentándose en algún vallado, para soñar.
La casualidad, o mejor dicho, el juego de fuerzas morales que prepara los dramas de la vida Ãntima provocando sentimientos y actos determinados por ellos, habÃa colocado, mediante circunstancias bien distintas, en situación asaz semejante a Rafaela y al héroe de esta historia. A la edad de veinticinco años, Pedro Niño de Guzmán no se habÃa iniciado en la vida pasional, ni la concebÃa sino al través del ensueño.