La República

—Por tanto, aunque haya en Homero muchas cosas dignas de alabanza, nunca aprobaremos el pasaje en que refiere que Zeus envio un sueño a Agamenón,[27] ni el pasaje de Esquilo, donde hace decir a Tetis que Apolo, cantando en sus bodas, celebró su feliz descendencia:

que mis hijos, libres de enfermedades, tendrían larga vida.

Me había anunciado una suerte protegida por los dioses,

con el canto de un peón que me colmó de alegría.

Que la mentira pudiera salir de la boca divina de Febo,

que pronuncia tantos oráculos, yo no lo temía.

Pero este dios, que cantó y asístió a mis bodas,

que me había prometido tanto, es,

él mismo, el asesino de mi hijo.[28]

Siempre que alguno hable de los dioses de esta manera lo rechazaremos con indignación. No consentiremos tampoco tales discursos en bocas de los maestros encargados de la educación de los jóvenes si queremos que los guardianes guarden el respeto a los dioses, hasta hacerlos semejantes a ellos en cuanto lo consiente la debilidad humana.

—Apruebo todas estas reglas —dijo él—, y soy de opinión que todas ellas deben convertirse en leyes.

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