Pestis eram vivus — moriens tua mors ero[16].
MARTIN LUTHER.
El horror y la fatalidad han hecho de las suyas por todas partes y en todos los tiempos. ¿Para qué dar una fecha a la historia que voy a contar? Baste decir que, en el perÃodo a que me refiero, existÃa, en el interior del paÃs húngaro, una arraigada aunque oculta creencia en las doctrinas de la Metempsicosis. En cuanto a las doctrinas por sà mismas, esto es, en cuanto a su falsedad, o a su probabilidad, yo no diré nada. Afirmo, sin embargo, que mucho de su incredibilidad (como La Bruyère dice de toda nuestra infelicidad) «vient de ne pouvoir être seuls»[17].
Pero habÃa algunos puntos en la superstición húngara que rayaban, con mucho, en la absurdidad. Ellos, los húngaros, diferÃan esencialÃsimamente de sus autoridades orientales. Por ejemplo: «El alma», dicen ellos —cito las palabras de un agudo e inteligente parisiense— ne démeure qu’une seule fois dans un corps sensible: au reste —un cheval, un chien, un homme meme, n’est que la ressemblance peu tangible de ces animaux»[18].