El valle de la Trilla estaba bañado por un sol pálido, pero la tensión que se respiraba entre los reclutas lo volvía un lugar frío y pesado. Violet estaba de pie en formación junto a los demás, sus piernas rígidas como si estuvieran hechas de piedra. A lo lejos, los dragones aguardaban en un semicírculo cerrado, sus ojos resplandeciendo con un fuego que parecía arder desde el centro de la tierra.
—Hoy, su vínculo con los dragones será puesto a prueba —anunció el capitán Fen Riorson, caminando de un lado a otro frente a ellos como un depredador—. Para los que fracasen... su destino no necesitará explicación.
El murmullo inquieto de los reclutas fue silenciado por un rugido que sacudió las montañas. Tairn, el dragón negro que había elegido a Violet días atrás, se encontraba al centro del círculo, sus alas plegadas pero su presencia dominando el lugar. Ella sintió una presión en su mente, como si el dragón intentara hablar con ella sin palabras.
—Estás temblando —dijo Xaden en un susurro bajo, apenas audible para nadie más. Estaba a su lado, su figura relajada como si no le importara el juicio de las criaturas que los observaban.
—No estoy temblando —replicó Violet, aunque sus manos traicionaron su voz.