El Corsario Negro

CAPÍTULO XI

LA DUQUESA FLAMENCA

Al ver los filibusteros a su Comandante y a Morgan lanzarse al abordaje del barco, el cual ya no podía huir, se precipitaron detrás de ellos como un solo hombre.

Habían dejado los arcabuces, armas inútiles en un combate cuerpo a cuerpo, y empuñando los sables de abordaje y las pistolas, se lanzaron como impetuoso torrente y gritando a todo pulmón para esparcir el terror entre los enemigos.

Arrojáronse a toda prisa los bicheros de abordaje para aproximar mejor ambos buques; pero los primeros filibusteros que se reunieron en el bauprés, impacientes por poner pie en el buque enemigo, se habían echado sobre las trincas, y agarrándose a los foques y descendiendo por la delfinera, se dejaron caer en la cubierta.

Pero allí encontraron una resistencia inesperada. Por las escotillas salían furiosos los españoles que había en las baterías, empuñando sables y hachas.

Eran lo menos cien hombres, mandados por algunos oficiales y los maestres y contramaestres de artillería.

En un abrir y cerrar de ojos se repartieron por el puente, subieron al castillo de proa y cayeron encima de los filibusteros, en tanto que otros, precipitándose sobre la toldilla de cámara, descargaron a quemarropa los dos cañones de proa, enfilando la cubierta de la nave filibustera con un huracán de metralla.

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