El Corsario Negro

CAPÍTULO XVIII

EL ODIO DEL CORSARIO NEGRO

Al día siguiente, apenas había salido el Sol, zarpaba del puerto la expedición bajo el mando del Olonés, del Corsario Negro y de Miguel el Vasco. Despedíanla el redoble de los tambores, los tiros de fusil de los bucaneros y los estrepitosos ¡hurras! de los filibusteros que tripulaban los buques anclados.

Componíase de ocho naves, entre grandes y pequeñas, armadas con ochenta y seis cañones y tripuladas por seiscientos cincuenta hombres. El barco del Olonés montaba dieciséis piezas de artillería, y doce El Rayo.

Por ser este el más veloz, navegaba a la cabeza de la escuadra sirviéndole de explorador.

En lo alto del palo mayor ondeaba la bandera negra con bordados de oro de su Comandante, y en el palo pequeño, el gallardete rojo de los buques de combate. Detrás iban los otros buques en doble línea, pero distanciados lo suficiente para poder maniobrar sin peligro de encontrarse o de cortarse el camino recíprocamente.

Ya en mar abierto, la escuadra se dirigió hacia Occidente para ganar el canal de Barlovento y desembocar en el mar Caribe.

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