El Corsario Negro

CAPÍTULO XXXIV

EL OLONÉS

Atraídas por la hoguera que nuestros amigos habían encendido, entraron en la bahía a eso de las dos de la madrugada cuatro grandes barcas, que en seguida echaron anclas.

Las tripulaban ciento veinte corsarios mandados por el Olonés, y componían la vanguardia de la flotilla encargada de tomar Gibraltar.

El famoso filibustero quedó bastante sorprendido al ver aparecer tan de improviso al Corsario Negro, pues no pensaba que podría encontrarle tan pronto. Le creía en medio de los grandes bosques y entre las marismas palúdicas del interior, ocupado en perseguir a Wan Guld, y había perdido la esperanza de tenerle como compañero en la toma de la poderosa ciudadela.

Así que estuvo al corriente de las extraordinarias aventuras que acaecieron a su amigo, dijo:

—¡Pobre caballero! ¡No tienes suerte con ese condenado viejo! Pero ¡por los arenales de Olona, esta vez espero que podremos capturarlo, porque cercaremos Gibraltar de modo que no pueda escaparse! ¡Te prometo que hemos de ahorcarle en uno de los palos de tu Rayo!

—Pedro, dudo que podamos encontrarle en Gibraltar —contestó el Corsario—. Ya sabes que nos dirigimos hacia la ciudad decididos a tomarla; sabe que he de buscarle casa por casa para vengar la muerte de mis pobres hermanos, y por esa razón temo no hallarle allí.

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