En aquel instante llegó una detonación de la parte de la cabaña; pero la pantera prosiguió impávida su tarea. Pram-Li y Than-Kiu no perdieron la serenidad. Pasado el primer instante de terror, apuntaron a lo alto. El animal cogió uno de los cañones con los dientes, tratando de romperlo, y los dos tiros partieron casi simultáneos, destrozándole la cabeza y haciéndola caer ante el hoyo.
—¿Está muerta? —gritaron Hong y Sheu-Kin.
La joven apartó ramas y miró al sitio en que había quedado la pantera negra, la cual, asustada quizá por las detonaciones y la muerte de su compañera, no se dejaba ver.
—Creo que no volverá a importunarnos más. ¡Salgamos de aquí!
Apartaron las ramas, y auxiliándose mutuamente salieron del hoyo, encontrando a Hong y Sheu-Kin que acudían en su ayuda.