EL ĂšLTIMO COMBATE
Todos habĂan oĂdo aquel grito, semejante al aullido de un chacal o de un perro salvaje; pero no hicieron caso, creyĂ©ndolo lanzado por alguna fiera: mas al ver a Tiguma mirar azorado por todas partes, comprendieron instintivamente el peligro.
—¿QuĂ© buscas? —le preguntĂł Pram-Li. El hombre ha caĂdo y está bien muerto.
—¡El caĂdo no estaba solo!
—¿Cómo lo sabes?
—¿No has oĂdo ese grito?
—SĂ, Âży quĂ©?
—Era una señal.
—¿Una señal? ¿De qué o de quiénes?
—De los hombres del bagani. Lo he oĂdo otra vez cuando me llevaban prisionero.
—¿Y estamos descubiertos?
—Dentro de pocos minutos nos asaltarán.
—Pram-Li previno a Hong, que exclamó mirando con terror a su amada:
—¿Será nuestro destino caer en manos de esos perros? ¡No temo la muerte, y la arrostrarĂa indiferente si no fuera por esta mujer! ¡La idea de que pueda caer en sus manos hiela la sangre de mis venas!
—Hong —le dijo la joven, adivinando el pensamiento que atormentaba a su futuro—, ¿tiemblas por m�
—¡SĂ, Flor de las Perlas!