Los Tigres de Mompracem

Los Tigres de Mompracem

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XI. Giro Batol

Sin mostrar el menor miedo por tan brusca intimidación, que podía costarle la vida, el pirata se volvió lentamente empuñando el sable y dispuesto a servirse de él.

A seis pasos de él, un hombre, sin duda el sargento Willis, salió de un matorral y le apuntó fríamente, resuelto a poner en acción su amenaza.

Sandokán lo miró con tranquilidad, pero con ojos que despedían una extraña luz, y soltó una carcajada.

—¿De qué te ríes? —dijo desconcertado el sargento—. ¡Me parece que este momento no es para reír!

—¡Me río porque me parece raro que te atrevas a amenazarme de muerte! —contestó Sandokán—. ¿Sabes quién soy?

—El jefe de los piratas de Mompracem.

—Sí, soy el Tigre de la Malasia.

Y lanzó otra carcajada. El soldado, aunque espantado de encontrarse solo ante aquel hombre cuyo valor era legendario, estaba decidido a no retroceder.

—¡Vamos, Willis, ven a prenderme! —dijo Sandokán.

—¿Cómo sabe mi nombre?

—Un hombre escapado del infierno no puede ignorar nada —repuso el Tigre burlonamente.


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