Sandokan el Rey del Mar

La distancia se acortaba rápidamente, pues el Rey del Mar aumentaba la velocidad, con objeto de estar en condiciones de impedir la fuga al vapor, que parecía de muy buena marcha.

Los hombres de vigía en la plataforma reconocieron la bandera desplegada en el asta de popa, y la noticia fue saludada con un grito de júbilo.

-¡No me había equivocado! -dijo Sandokán -. ¡Ese barco es inglés!

Inspeccionó rápidamente las chalupas, que ya habían bajado hasta las portas, y los sesenta hombres que debían ocuparlas; en seguida dio la orden de dirigir el crucero sobre el vapor de modo que le atajase el camino.

Aquel barco, probablemente, procedía de los puertos de la India. Era un gran vapor de más de dos mil toneladas, con dos mástiles y dos chimeneas.

Sobre la toldilla había una multitud de gente que se agolpaba en la obra muerta, atraída por la presencia de aquel buque de guerra que con tanta velocidad se dirigía hacia ellos.

En cuanto estuvieron a unos mil metros de distancia, Sandokán mandó desplegar su bandera en el palo de mesana y disparar un cañonazo sin bala, lo cual significaba: «¡Deteneos!»

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