Pero al descubrimiento de las verdades más importantes no nos conduce la observación de los fenómenos raros y ocultos que solo se presentan en experimentos, sino la de los fenómenos patentes que son asequibles a cualquiera. Por eso, la tarea no es tanto ver lo que aún nadie ha visto como pensar lo que aún nadie ha pensado de aquello que todo el mundo ve. De ahí que se requiera mucho más para ser un filósofo que un físico.
La diferencia de tonos en relación con la agudeza y la gravedad es para el oído cualitativa: la física, sin embargo, la reduce a meramente cuantitativa, en concreto, a la vibración más rápida o más lenta; por consiguiente, lo explica todo por la mera actividad mecánica. Precisamente por eso, en la música no solo el elemento rítmico —el compás— sino también el armónico —la agudeza y gravedad de los tonos— se reduce a movimiento y, por consiguiente, a simple medida temporal y, por lo tanto, a números.