—Mi intención era la de alojarle en la planta noble —dijo—, pero visto que se muestra tan poco sociable con los cristianos, voy a aposentarle junto a Isaac el judÃo… Anwold —ordenó al portador de la antorcha—, conduce al peregrino a los apartamentos del sur… Os doy las gracias, señor peregrino —añadió—, aunque poco agradecimiento merece tan poca cortesÃa.
—Buenas noches y que la bendición de la Santa Virgen esté con vos —dijo el peregrino con buenos modales, mientras su guÃa se ponÃa en movimiento.
En una pequeña antecámara iluminada por una lámpara de hierro y a la cual daban diferentes puertas, tuvieron un segundo encuentro. Se trataba de una de las doncellas de lady Rowena. En tono autoritario explicó que su señora deseaba hablar con el peregrino, y mientras eso decÃa, tomó la antorcha de manos del criado indicándole que regresara. Después indicó al peregrino que la siguiese. Aparentemente, éste no juzgó oportuno desairar la invitación como lo habÃa hecho con la anterior ya que, aunque sorprendido por el requerimiento, obedeció sin replicar ni dar muestras de desagrado.