La situación de los miembros de la nobleza inferior, llamados franklins o hidalgos, los cuales en virtud de la letra y el espÃritu de la Constitución inglesa vivÃan independientes de la tiranÃa feudal, se habÃa hecho incierta y peligrosa en grado sumo. Si se ponÃan, como era lo más usual, bajo la protección de alguno de aquellos figurones vecinos suyos; si aceptaban alguna prebenda feudal y se ponÃan al servicio de los poderosos; si en virtud de algún tratado de alianza se comprometÃan a ayudarlos en sus empresas, entonces podÃan disfrutar de algunos intervalos de tranquilidad; pero dicha tranquilidad les obligaba a sacrificar su independencia, tan valiosa a los ojos de un auténtico inglés, exponiéndose al peligro de verse envueltos en la primera aventura temeraria que llevara a cabo el protector con el que hacÃan causa común. Por otra parte, los grandes barones tenÃan gran cantidad de medios a su disposición para oprimir y vejar a sus subordinados; y cuando deseaban ponerlos en práctica, lo cual sucedÃa bastante a menudo, nunca les faltaban excusas para oprimir con encono a los hacendados y vecinos, que se veÃan en la disyuntiva de negarles obediencia o se buscaban diferente protector, en los tiempos adversos a las leyes que no siempre protegen a los hombres de conducta irreprochable.